El día 9 de Octubre se cumplieron 40 años del asesinato de Ernesto Guevara de la Serna, mas conocido como EL CHÉ. Fue abatido en una escuela pública de La Higuera, en Bolivia en 1.967. La presencia de Ernesto Ché Guevara sigue fresca y renovada en el mundo. Aparece todos los días en cualquier sitio de la Tierra. El mito del revolucionario justiciero se agranda y camina.
El CHÉ era cáustico como un río platense, agresivo y, a la vez, fervoroso como un cubano, sincero; generoso con su verdad, pero en guardia, dispuesto a mostrar los dientes por ella.
Una fuerza profunda y hermosa le nacía sin cesar, de adentro; se delataba, como todos, por los ojos. Tenia, una mirada pura, limpia, como recién amanecida, esa manera de mirar de los hombres que creen.
Eligió un puesto en la primera línea de fuego de la revolución; y lo eligió para siempre, sin concederse a sí mismo el beneficio de la duda ni el derecho al arrepentimiento. Este es el insólito caso de un hombre que abandona la revolución, ya hecha por él y un puñado de locos, para lanzarse a empezar otra.
No vivió para el triunfo, sino para la pelea, la siempre necesaria pelea de nunca acabar contra la indignidad y el hambre.
Y ni siquiera se hizo el obsequio de volver la cabeza hacia atrás para mirar el hermoso fuego que levantan sus naves quemadas.
Desde bien joven, Ernesto Guevara sentía inquietudes y comenzaba a orientar sus objetivos. En 1.965 el CHÉ recordaba cómo “Quince años es una edad donde ya el hombre sabe por qué va a dar la vida, y no tiene miedo de darla cuando tiene naturalmente dentro del pecho un ideal que lo lleva a inmolarse”.
¿Por qué será que el Ché tiene esta peligrosa costumbre de seguir naciendo?.
Cuanto más lo insultan, lo manipulan, lo traicionan, más nace. Él es el más nacedor de todos.
¿No será por que el Ché decía lo que pensaba, y hacía lo que decía? ¿No será que por eso sigue siendo tan extraordinario, en un mundo donde las palabras y los hechos muy rara vez se encuentran, y cuando se encuentran no se saludan, porque no se reconocen? .
La pasión que vibraba en el ché tan a flor de piel, había roto las fronteras que otros habían inventado para América Latina; y no creía, por supuesto, en ellas.
Charlando, no puede uno olvidar que aquel hombre había llegado a Cuba después de una peregrinación a lo largo de América latina; que había estado, y por cierto no como turista, en el torbellino de la naciente revolución boliviana y en la convulsa agonía de la revolución guatemalteca, que había cargado bananas en Centroamérica y sacado fotos en las plazas de México para ganarse la vida y que, para jugársela, se había lanzado a la aventura del Granma.
Han pasado 40 años de su asesinato, los que cometieron el crimen, siguen día a día asesinándolo, pero él ya vuela por encima de las nubes y su ejemplo se multiplica en cada rincón del universo. Con su muerte quisieron apagar la llama que había encendido, pero llegaron tarde, esta ya había prendido y camina lenta pero sin pausa en pos de una sociedad mas justa y solidaría.
El ché no ha muerto, vive en millones de personas y repiten sin cesar su grito de libertad:
“ En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea siempre que ése, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo y otra mano se tienda para empuñar el fusil…..
Con tu ejemplo venceremos,
Hasta la victoria siempre.
El CHÉ era cáustico como un río platense, agresivo y, a la vez, fervoroso como un cubano, sincero; generoso con su verdad, pero en guardia, dispuesto a mostrar los dientes por ella.
Una fuerza profunda y hermosa le nacía sin cesar, de adentro; se delataba, como todos, por los ojos. Tenia, una mirada pura, limpia, como recién amanecida, esa manera de mirar de los hombres que creen.
Eligió un puesto en la primera línea de fuego de la revolución; y lo eligió para siempre, sin concederse a sí mismo el beneficio de la duda ni el derecho al arrepentimiento. Este es el insólito caso de un hombre que abandona la revolución, ya hecha por él y un puñado de locos, para lanzarse a empezar otra.
No vivió para el triunfo, sino para la pelea, la siempre necesaria pelea de nunca acabar contra la indignidad y el hambre.
Y ni siquiera se hizo el obsequio de volver la cabeza hacia atrás para mirar el hermoso fuego que levantan sus naves quemadas.
Desde bien joven, Ernesto Guevara sentía inquietudes y comenzaba a orientar sus objetivos. En 1.965 el CHÉ recordaba cómo “Quince años es una edad donde ya el hombre sabe por qué va a dar la vida, y no tiene miedo de darla cuando tiene naturalmente dentro del pecho un ideal que lo lleva a inmolarse”.
¿Por qué será que el Ché tiene esta peligrosa costumbre de seguir naciendo?.
Cuanto más lo insultan, lo manipulan, lo traicionan, más nace. Él es el más nacedor de todos.
¿No será por que el Ché decía lo que pensaba, y hacía lo que decía? ¿No será que por eso sigue siendo tan extraordinario, en un mundo donde las palabras y los hechos muy rara vez se encuentran, y cuando se encuentran no se saludan, porque no se reconocen? .
La pasión que vibraba en el ché tan a flor de piel, había roto las fronteras que otros habían inventado para América Latina; y no creía, por supuesto, en ellas.
Charlando, no puede uno olvidar que aquel hombre había llegado a Cuba después de una peregrinación a lo largo de América latina; que había estado, y por cierto no como turista, en el torbellino de la naciente revolución boliviana y en la convulsa agonía de la revolución guatemalteca, que había cargado bananas en Centroamérica y sacado fotos en las plazas de México para ganarse la vida y que, para jugársela, se había lanzado a la aventura del Granma.
Han pasado 40 años de su asesinato, los que cometieron el crimen, siguen día a día asesinándolo, pero él ya vuela por encima de las nubes y su ejemplo se multiplica en cada rincón del universo. Con su muerte quisieron apagar la llama que había encendido, pero llegaron tarde, esta ya había prendido y camina lenta pero sin pausa en pos de una sociedad mas justa y solidaría.
El ché no ha muerto, vive en millones de personas y repiten sin cesar su grito de libertad:
“ En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea siempre que ése, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo y otra mano se tienda para empuñar el fusil…..
Con tu ejemplo venceremos,
Hasta la victoria siempre.
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